Que no Ché!
No quiero revivirlo Aunque te quiera. Tu tren se estancó en santa fé de la higuera de los ángeles Y la economía en la ventanilla de los sueños milenarios, Tan alejados de la tierra labrada y del estaño subterráneo. ¿Será que igual te hemos de querer? ¿No sabías tu, revolucionario Que la revuelta no nace en los países Sino en el interior de los pueblos y de los hombres En el corazón minero, en el pecho aymara En el espíritu llanero, en el silencio impávido del monte, En los ojos impenetrables de la innumerable Y castigada familia de los pobres..? ¿Y aún así te queremos? Te esfumaste, Ché, por romántico Por el cine de tu juventud de chaqueta De cuero y de motocicleta Por ilusiones bordadas de encajes teóricos Por enajenantes traiciones a manos limosneras que pedían pan y recibían órdenes de matar. ¿No entendías tu, doctor, Que la guerrilla es asunto de clase media De la abundancia y del bienestar indignados? ¿Que antes de levantar un arma Los hambrientos precisan carne y caña? Llegaste como un dios radiando salud A levantar pueblos doblegados Por la miseria, la impunidad, la injusticia. Y por mucho que te hayamos querido en el recinto Más recóndito de nuestra alma común, No pudimos... tampoco podemos todavía... aunque quizás Un día sí podremos, Ché, si es verdad que creiste, Si creías hasta el último instante del remate final, Si sigues creyendo desde la tumba o el cielo, También nos toca creer, entonces, y seguirte queriendo. |